MIENTRAS LAS MUERTES EN EL MAR SE
SUCEDEN, ITALIA EXIGE A EUROPA UNA SOLUCION CONJUNTA PARA LA CRISIS MIGRATORIA
El mar
Mediterráneo, tumba de inmigrantes
Según la ONU , entre 1998 y 2011 las
víctimas en el Mediterráneo fueron 13.500. A pedido de Italia, después de los
últimos naufragios, la
Unión Europea estaría estudiando un plan más eficaz para
encauzar el creciente flujo migratorio desde Africa.
Familiares de las víctimas del
naufragio frente a Lampedusa colocan fotografías en los féretros de los ahogados.
Por
Elena Llorente
Desde Roma
Después de las 13 víctimas en un
naufragio del 30 de septiembre frente a Sicilia, de las 359 del hundimiento de
una barcaza el 3 de octubre frente a la isla de Lampedusa, y de las 34 del
pasado viernes, todo hace pensar que la muerte en el Mediterráneo no tendrá fin
mientras no se cambien las reglas para la recepción de los refugiados y
migrantes en Italia y en Europa, y los países costeros no dispongan de mayores
recursos de la Unión
Europea para ayudarlos. Pero para eso, de concretarse, se
requerirá un cierto tiempo y los inmigrantes, desesperados, siguen llegando. La Guardia Costera
italiana dijo que el viernes había logrado salvar a 430 personas que surcaban
el mar en tres barcazas. Los sobrevivientes del naufragio del viernes dicen,
por su parte, que en la nave viajaban unos 400 y no 250 como pensaban las
autoridades en un primer momento. De ser así, las víctimas serían muchas más.
Los cambios políticos en varios países
de Medio Oriente y el norte de Africa, la pobreza y los conflictos en varios
Estados del Africa subsahariana como Eritrea o Somalia, han ayudado a
intensificar este proceso que de todas maneras, con altibajos, comenzó mucho
tiempo atrás. A medida que la brecha social y cultural entre los países de Africa
y Asia en relación con Europa se hacía más evidente gracias a los medios de
comunicación –mucha gente pudo ver así por primera vez los lujos del Norte–, la
necesidad de partir en busca de un futuro mejor y de más justicia para la
propia familia se hizo más imperiosa.
Las migraciones, de todas maneras, no
son una novedad en el mundo y los argentinos lo saben bien. A principios y
mediados del siglo pasado fueron predominantemente de Norte a Sur –caso
Argentina, Brasil, Venezuela, que recibieron a miles de españoles e italianos,
entre otros– y de Norte a Norte –caso Estados Unidos–. Europa estaba en la
miseria y estos países necesitaban poblar su territorio, desarrollar su
economía, y por eso acogían a los inmigrantes con cierta cordialidad.
A fines del siglo pasado el mundo
cambió radicalmente al caer los regímenes comunistas y su economía
paternalista, criticada por muchos pero que intentaba resolver las cuestiones
primordiales de la subsistencia. Y las migraciones comenzaron a moverse de Este
a Oeste y de Sur a Norte. Fue el período en el que Italia recibió, sobre todo,
inmensos barcos llenos de albaneses y rumanos que cruzaban el mar Adriático
pensando en hacerse “la
América ”.
El mundo cambió también porque la
caída del comunismo abrió las puertas indirectamente a la generalización o
globalización del sistema económico capitalista y de sus valores, que empezaron
a ser los únicos vigentes. Las relaciones económicas entre las empresas y entre
los Estados se hicieron más fluidas, y el capitalismo globalizado pudo así
aprovechar de todo tipo de ventaja, multiplicando sus ganancias por varios
miles. Las televisiones multinacionales e Internet ayudaron poderosamente a la
difusión de este proceso y de su escala de valores.
¿Pero qué pasó con los seres humanos
–¡seres humanos!– que pasaron por todos estos cambios, sobre todo en la
pobrísima Africa negra, pero también en los países árabes y en ciertas regiones
de Asia? ¿Se distribuyeron parte de los beneficios que daba la globalización
para mejorar el nivel de vida y cultural de la gente? ¿Sobrevivió la propia
cultura? ¿Son felices con el nuevo sistema?
Los miles y miles de seres humanos que
cada año intentan llegar, desde Africa y Asia sobre todo, al mundo
“desarrollado” llamado Europa, usando los medios más inverosímiles y sin medir
riesgos y consecuencias, habla de los sueños frustrados de esos jóvenes hombres
y mujeres, de esas madres con niños pequeños o embarazadas que prefieren
arriesgar la vida en el mar, con la ilusión de un futuro soleado, que morir en
vida donde estaban. La llamada “primavera árabe”, la caída de varios gobiernos
dictatoriales en países del norte de Africa como Libia, Túnez y Egipto, y las
guerras o persecuciones desatadas en esos países, hizo aumentar poderosamente
el número de gente que escapaba. Algo similar está ocurriendo ahora con los
sirios que huyen del conflicto en su propio país.
Entre 1998 y 2011, según el Alto
Comisariado de la ONU
para los Refugiados, las víctimas en el mar fueron 13.500. Otras cifras de
Fortress Europe, un observatorio sobre las víctimas de la inmigración, habla de
20 mil muertos en el Mediterráneo en los últimos 20 años. Uno de los peores
años fue 2011. Murieron 2350 personas y 60 mil lograron desembarcar en Italia,
la mayor parte provenientes de los países del norte de Africa.
Luego de la visita a Lampedusa esta
semana del presidente de la
Comisión Europea , José Durao Barroso, la Unión Europea
estaría estudiando un plan más eficaz para contener el flujo migratorio. El
jefe del Gobierno italiano, Enrico Letta, por su parte, prometió que impondrá
el asunto migraciones como tema de la agenda de la Unión Europea de
fines de octubre. En una rueda de prensa en Ginebra, el portavoz del Acnur
(Agencia de la ONU
para los refugiados), Adrian Edwards, dijo que “se deben usar todos los medios
disponibles para mitigar las reales causas que provocan la huida de refugiados
de los países de origen”. Según Edwards, se debe difundir más información sobre
los peligros de los viajes irregulares por mar hacia Europa; debe haber una mejor
recopilación e intercambio de información sobre las rutas y los medios de
transporte tomados por quienes están huyendo; y debe haber una mejor respuesta
con respecto al rescate y la intercepción en el mar. También destacó la
necesidad de mejorar los mecanismos para la atención a los recién llegados y
las instalaciones de acogida en Lampedusa, fuertemente sobrepobladas.
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