Chile, tierra de desigualdades
(Primera parte)
Dr. Sergio Cousiño M.
Consejero Nacional
Un informe elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ubicó a Chile en el primer lugar de los países con peor distribución del ingreso y con los mayores índices de pobreza entre los miembros de esta entidad. Y pese a que tanto el Gobierno como el empresariado confían en que el crecimiento y la generación de empleos mejoren la situación, expertos aseguran que se trata de problemas estructurales derivados del sistema económico que impera en el país.
En los resultados de este estudio
acerca de la calidad de vida en los países miembro de la Organización para la
Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE).
Chile no quedó muy bien evaluado, entre el total de 34 países que conforman el
grupo. Elementos como la contaminación en las ciudades y la desigualdad de
ingresos fueron puntos que nos restaron posiciones.
Según el documento, Chile ocupa el primer lugar respecto de la desigualdad de la
distribución de los ingresos en su población y se posiciona en el tercero en cuanto a los índices de pobreza.
Un diagnóstico que pone el dedo sobre la yaga, después de todas las gestiones
que se realizaron para que nuestro país, finalmente, pudiera entrar al grupo de
las naciones más ricas.
El último reporte Society at a Glance 2011 midió el estado del progreso social en
cada uno de los países que conforman el conglomerado. A través de la
recopilación de datos cuantitativos se midieron indicadores como el desempleo,
el trabajo no pagado, la distribución del ingreso, la pobreza, el gasto en
salud, la confianza y la tolerancia social, entre otros factores.
Hace un tiempo se realizó un ránking
que medía la desigualdad en ciudades latinoamericanas. Con la misma medida que
se utilizó esta vez, el coeficiente Gini, y con una evaluación más específica,
por zonas urbanas en vez de por países, Chile no tuvo tan mal desempeño. El
ránking era liderado por una ciudad brasilera, Goiania, como la más desigual,
pero nuestro país tenía 3 ciudades dentro de la lista.
Ahora, en este ránking a nivel
nacional, Chile aparece como el país más
desigual, considerando la distribución del ingreso, con un coeficiente Gini
de 0,50 (el ideal es que la cifra esté lo más cerca posible del cero). El
promedio del conglomerado es de un Gini 0,3, mientras que el país que lidera
como el con menos desigualdad de ingresos es Eslovenia, con un coeficiente de
0,24.
En Chile, el alto índice de
desigualdad en distribución del ingreso, nuestra baja evaluación en temas de
vivienda, educación y medioambiente, nos hacen bajar en el panorama general de
calidad de vida. Por ejemplo sólo en el item Medio Ambiente, el resumen del desempeño de nuestro país
indica que la contaminación atmosférica en los centros urbanos es la más alta
de la OCDE: los niveles de PM10 son de 61.5 microgramos por metro cúbico, mucho
más alto que el promedio del grupo de 22 microgramos, e incluso es el mayor de
todos los países estudiados.
El 60% de los chilenos vive
con un ingreso peor al promedio de Angola, en tanto que el 20% más rico, que
concentra el 54% de los ingresos totales del país, tiene un estándar de vida
mejor que el de Croacia. Ambos grupos están muy separados, tanto geográfica
como culturalmente, lo cual tiene importantes consecuencias para la igualdad en
las oportunidades en el desarrollo para la mayoría de los niños y niñas del
país que nos prometía el ex presidente Ricardo Lagos en su campaña. Mientras
que la gran mayoría de los hijos e hijas del primer grupo tiene FONASA, se
atiende en consultorios y hospitales públicos, y asiste a colegios municipales
o particulares subvencionados que cobran una baja escolaridad, los hijos e
hijas del segundo grupo tiene ISAPRE, se atiende en clínicas privadas y asisten
a colegios particulares pagados o subvencionados que cobran una alta
mensualidad.
Lo
anterior separa al país en dos Chile. Uno con más recursos para un
grupo de privilegiados y otro con recursos escasos para la gran mayoría de los
chilenos. Esto
produce diferencias que no sólo son perjudiciales para quienes no pueden
acceder a servicios de mayor calidad, sino que es ineficiente para la productividad
total de Chile. La evidencia psicométrica muestra que las capacidades y la
inteligencia al nacer se distribuyen por igual en toda la población, sin
importar la condición socioeconómica familiar, responsable de diferencias en el
desarrollo, por lo que asegurar las condiciones para que todos los niños y niñas
puedan desarrollar su potencial es imperativo para el crecimiento
socioeconómico de largo plazo. Hay varias razones para pensar que en el Chile
que, en promedio, vive peor que Angola, estas condiciones no se aseguran. Sobre
el 25% de los jóvenes entre 20 a 24 años de este Chile no han terminado su
educación media y cerca del 60% de los infantes del Chile de la mayoría no
tiene acceso a educación pre-escolar, clave para el desarrollo cognitivo de los
niños y niñas.
El
reciente estudio publicado por los investigadores Ramón López, Eugenio Figueroa
y Pablo Gutiérrez, del Departamento de Economía de la Universidad de Chile,
desnuda una mayor concentración del ingreso nacional en las manos de la elite
económica del país de la que se tenía conocimiento hasta ahora. El 1% más rico se queda con la tercera parte
de los ingresos, transformando a Chile en el
país más inequitativo del mundo. Aflojar el hermético puño de los súper ricos y
lograr que los ingresos se distribuyan de manera más equitativa es un
imperativo que no sólo apela a lograr una mayor equidad y una mayor eficiencia,
sino que también responde a un criterio de sustentabilidad socioeconómica y
estabilidad democrática.
El Investigador asociado al
Centro de Estudios de los Recursos Naturales y Medio Ambiente (CENRE) de la
Universidad de Chile.
Para obtener estimaciones más confiables sobre la participación de los súper
ricos en el ingreso y utilizando la metodología de estudios similares en otros
países, los economistas de la Universidad de Chile realizaron el primer estudio
sobre participación en el ingreso del grupo más rico, considerando la
información de las declaraciones de impuestos de los contribuyentes proveniente
del Servicio del Impuestos Internos (SII) y realizando mediciones para el
período 2005-2010. Las conclusiones de este estudio han sorprendido a muchos, a
pesar de varios indicios recientes que las hacían esperables. Por ejemplo, hace
poco la revista Forbes publicó el ranking de los más ricos del mundo para este
2013. En él, figuraron 14 fortunas chilenas, 9 más que en el ranking 2012; y la
suma de la riqueza de todas ellas se estimó en US$ 61.350 millones, una cifra
equivalente a más del 22% del PIB.
En
2010 el 0,01% más rico de nuestro país (1.200 personas) obtenía un ingreso
equivalente a un salario mínimo cada 20 minutos
Por su parte, del estudio “La
parte del león” se pueden resumir las siguientes conclusiones para el periodo
2005-2010:
- Considerando las utilidades retenidas (y no
ganancias de capital), el 1% más rico concentra en promedio la tercera
parte de los ingresos (32,8%), el 0,1% más rico la quinta parte (19,9%) y
el 0,01% más rico, que corresponde aproximadamente a 1.200 personas (unas
300 familias), se queda con una tajada mayor a la décima parte (11,5%).
- La concentración de ingresos del 1% más rico en
Chile es la mayor dentro del grupo de países (25) para los cuales se ha
realizado esta estimación, transformando a nuestra economía en la más inequitativa del mundo.
- Considerando las ganancias de capital (y no las
utilidades retenidas), a nivel comparativo con otros 6 países para los
cuales se ha realizado el cálculo, los súper ricos pertenecientes al 0,01%
de la población chilena (1.200 personas) concentran en promedio casi 6
veces la porción de la cual se apropia el 0,01% más rico de los otros
países, siendo, por ejemplo: 2,1 veces la proporción de los súper ricos de
Estados Unidos; 7,5 veces la de Suecia y 8,4 veces la de Japón.
- Mientras el coeficiente Gini (donde 1 es perfecta
desigualdad y 0 es perfecta igualdad) fue en promedio igual a 0,55
conforme a los datos obtenidos de CASEN, el mismo coeficiente, pero
corregido por este estudio, revela que en realidad es cercano al 0,63.
- Considerando las utilidades retenidas (excluyendo
ganancias de capital) y observando exclusivamente el año 2010, el ingreso
promedio del 99% de la población ascendió a US$719 mensuales, mientras que
el ingreso del 1% más rico fue 43,5 veces mayor, el correspondiente al
0,1% más rico fue 241,2 veces mayor y el del 0,01% equivalente a 1.336
veces el ingreso promedio del 99% de la población.
A partir de las cifras
presentadas, y a fin de ejemplificar esta enorme concentración del ingreso, es
posible hacer la siguiente comparación: mientras en 2011 (a partir de los datos
de CASEN) cerca de 900 mil personas declararon un ingreso laboral mensual igual
o inferior a un salario mínimo bruto (cabe destacar que la mayor distorsión de
ingresos ocurre en los tramos de los ingresos más altos y no en los más bajos),
en 2010 el 0,01% más rico de nuestro
país (1.200 personas) tardó apenas ’20
minutos’ en obtener un sueldo mínimo completo.
¿Cómo sanar al enfermo? Hecho el diagnóstico, cabe
ahora la discusión sobre cómo mejorar al enfermo. Y la primera medida surge
casi espontáneamente: ‘mayor audacia impositiva’. En efecto, nuestra economía necesita una reforma
tributaria que grave en mayor porción a los mayores ingresos, libere sustancialmente la carga de aquellos
que apenas perciben ingresos de subsistencia
y capture la renta económicas de los
recursos naturales que pertenecen a
todos los chilenos y que hoy acapara un puñado de connacionales y extranjeros a
los que se les regalan. Aquel mito de que un alza impositiva se traduce en una
caída en la inversión es falso. Y así lo demuestra la evidencia para Chile
(Bustos, Engel y Galetovic, 2004; Cerda y Larraín, 2005) cuando se analiza el
alza en los tributos para las grandes empresas (considerando de manera separada
a la mediana y pequeña empresa). Más aún, la mayor carga tributaría incluso
podría ser positiva. De acuerdo a otro estudio de los propios investigadores
López y Figueroa (2011), la sola creación de un impuesto único a las utilidades que reemplazara al de primera
categoría y global complementario, y que fuera cobrado al tiempo que las
utilidades se generaran, podría recaudar cerca de US$ 10 mil millones, el
equivalente a 2,5 veces el monto necesario para financiar la gratuidad para la
educación superior. Por otra parte, una reducción en el regresivo impuesto al
valor agregado (IVA) a un rango cercano al 10 o 12%, y que excluyera ítemes
como alimentos y cultura, aliviaría a los tramos de ingreso medio y bajo que
destinan más de la mitad de su presupuesto al consumo de alimentos y permitiría
que realizaran una mayor inversión en capital humano. Finalmente, y como se ha
propuesto insistentemente desde la sociedad civil (como por ejemplo Fundación
Terram), recuperar la renta de los recursos naturales significaría aumentar la
eficiencia económica y obtener recursos cuantiosos para financiar las múltiples
demandas sociales. Un verdadero royalty,
de a lo menos el 10% de las ventas
del cobre, hubiera permitido en 2010, y esto solamente considerando a las 10
mayores mineras, obtener recursos por sobre los US$ 5,2 mil millones. Es decir,
el equivalente a 1,3 veces el monto requerido para financiar la gratuidad en la
educación superior. La excesiva inequidad que padece nuestro país puede poner
en jaque nuestro futuro social y económico, generalizando y agudizando el
malestar ciudadano. Ya estalló en la educación, y posiblemente le sigan otros
sectores donde se reproduce de manera similar: salud, pensiones, medio ambiente
y finanzas. Veremos cuán audaces serán los candidatos presidenciales para
arrebatarle la parte del león a la elite económica y redistribuir de manera más
justa la torta que se hornea con el esfuerzo de todos los chilenos.
Todos los países más
desarrollados que Chile son bastante más igualitarios, y además, presentan una
movilidad social mucho mayor (Núñez y Riesco, 2004). Falta mucho trabajo aun.
Chile tiene más del doble de desigualdad en ingresos que Suecia y Finlandia, y
todavía estamos lejos de países como Japón, Alemania, Francia y Estados Unidos.
Mientras no se realice
un mayor esfuerzo en mejorar las condiciones de ese Chile que necesita de un
mayor gasto social no se logrará el desarrollo prometido por el presidente
Piñera para el año 2018.
La desigualdad en Chile ¿es un problema estructural o cíclico?
Frente a este escenario, el
ministro de Planificación, Felipe Kast, comentó que “es una vergüenza social
que en un país que crece tanto tenga estos niveles de pobreza y de desigualdad
y, por lo mismo, estamos teniendo un gasto social muy fuerte e importante y no
solamente eso, sino que un crecimiento económico que es la gran herramienta
para destruir la pobreza. Sin empleo es muy difícil que podamos lograr el
desafío de garantizarle a cada chileno, un lugar de dignidad”.
Con mayor optimismo , el
presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), Andrés Concha, aseguró
que estos indicadores son efectos de la crisis económica y que con la
recuperación del crecimiento, el escenario volvería a ser favorable.
“Coincide con un periodo de
desempleo y altos precios de los alimentos como ocurrió en 2009. Eso juega en
contra de la distribución del ingreso. Esperamos que esas cifras puedan mejorar
con la expansión de la economía y el aumento del empleo porque realmente la
capacidad de insertar en el mundo del trabajo a la gente que está cesante o
inactiva, genera un impulso que se ve altamente beneficiado en los sectores de
menores ingresos”, dijo Concha.
Sin embargo, para el
economista y director de la FLACSO, Andrés Solimano, la desigualdad en la
distribución de los ingresos del país es
un problema estructural que más allá de aspectos coyunturales, se relaciona con el sistema económico
imperante en Chile y que no ha podido ser resuelto por ningún Gobierno en
las últimas décadas.
“El índice de Gini está sobre
el 50 por ciento en Chile hace por lo menos un cuarto de siglo. Puede tener
vaivenes, como bajar la desigualdad en años de crecimiento económico y subir en
periodos de recesión porque se afecta más a la fuerza laboral que pierde
empleos e ingresos. Eso es cierto, pero todo eso pasa en torno a una media de
desigualdad en torno a un 50 por ciento. Eso ya es un problema estructural y no
parte de un ciclo”, precisó Solimano.
De hecho, Chile pasó de tener
un ingreso per cápita de 4 mil 500 dólares en los ´80 a 13 mil en 2010 y la desigualdad se ha mantenido constante.
“El crecimiento económico por sí mismo no cierra la brecha entre los ingresos”,
afirmó el experto.
En este sentido, el economista
indicó que existen ciertos factores de fondo que ayudan a perpetuar la
inequidad a lo largo del tiempo. Entre ellos se incluye la concentración de la tenencia de activos de las grandes
industrias en pocas manos; la falta de
reducción de la brecha de los ingresos laborales entre los ejecutivos y la
mano de obra; la disgregación de la
fuerza sindical que disminuye el poder de negociación de los trabajadores y
la inoperatividad de elementos que potencialmente podrían disminuir las
desigualdad como la calidad de la
educación pública que serviría como movilizador social.
A juicio de Solimano es
necesario promover un consenso social para
impulsar iniciativas como una Reforma
Tributaria – el elemento por excelencia para reducir las brechas- y una
Reforma Educacional que potencie la educación pública.