Los políticos que necesitamos
Maritain siempre abogó por un nuevo tipo de políticos, que sin esperar el acaecimiento de los grandes cambios macro, empezaran desde ya a operar con su testimonio: la transformación.
por Patricio Zapata - 16/04/2013 - 04:00
EN MI última columna recordaba a Jacques Maritain. Lo hice con ocasión de estarse cumpliendo, en estos días, 40 años de su muerte. Anuncié, entonces, una segunda columna sobre su idea de la buena política.
Debo confesar que he estado tentado de cambiar de tema. En la medida que no existe una legión de lectores ansiosos por una secuela maritaniana, nadie echaría de menos si en su reemplazo dedicaba mejor estas líneas a comentar asuntos contingentes de evidente mayor sex appeal (p.e., la acusación constitucional al ministro Beyer o la campaña de las primarias).
Al final, sin embargo y en esta oportunidad, he decidido escribir sobre lo que yo considero importante y no sobre lo que se supone que los lectores esperan leer. Ya habrá ocasiones para volver a opinar de lo que todos hablan.
Maritain escribió sobre política en un tiempo de aguda crisis política. Lo hizo en unos años 30 marcados por la crisis del capitalismo y el surgimiento aparentemente imparable de los grandes totalitarismos. En los años 40, instalado en los Estados Unidos, reflexionó sobre la política mientras la mitad del planeta se enfrascaba en una sangrienta guerra mundial.
No se le escapaba a Maritain que los problemas de entonces respondían, en buena medida, a factores estructurales y que, en ese sentido, la buena política a la que él aspiraba, suponía necesariamente una reforma profunda de las instituciones. No obstante esta comprensión, Maritain siempre abogó por un nuevo tipo de políticos, que sin esperar el acaecimiento de los grandes cambios macro, empezaran desde ya a operar con su testimonio: la transformación.
Para referirse a los políticos que necesitamos, Maritain habló de “minorías proféticas de choque” (“Carta Democrática”) o derechamente de “un nuevo estilo de santidad” (“Humanismo Integral”).
Con la expresión “minorías proféticas”, Maritain se refería a políticos que en vez de dedicarse a adular a la multitud (seguir las encuestas diríamos hoy) se atreven a plantear los caminos difíciles del sacrificio y el esfuerzo compartido. ¡Pero cuidado! Estos profetas no son iluminados autoritarios que desprecian a la plebe. Se trata de líderes que sabiendo escuchar y estando dispuestos a respetar la voz del pueblo, no confunden esas virtudes con la actitud cobarde del que nunca defiende posiciones de principios.
La idea de que en la política también se puede vivir la “santidad”, no tiene nada que ver con imponer algún tipo de integrismo talibán. Lo que Maritain rechaza es aquel siniestro sentido común moderno, tan bien explicado por Maquiavelo, de que los asuntos del mundo son, a fin de cuentas, territorio del Diablo y que, por tanto, quien esté preocupado por su alma, mejor no entre en la política.
La idea de Maritain, por el contrario, es que nuestra comunidad necesita siempre de políticos que, desde el amor al prójimo, intenten siempre sujetar sus actos a las exigencias de una moral de medios y fines y a una ética de la honestidad.
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